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A Rusia le cuesta mucho trabajo resolver este problema muy difícil al tratar con cualquier tercer país. Pues en Moscú hasta ahora no han legato a entender, qué ente o individuo tiene tal o cual responsabilidad. Desde la capital rusa se mira de un modo preconcebido a las instituciones comunitarias. Se apuesta por el desarrollo de contactos bilaterales con las grandes potencias de la región.
La UE tiene la misma actitud respecto a Rusia y manifiesta una opinión muy preconcebida sobre la política tanto interior como exterior del Kremlin acusándolo de todos los pecados mortales. Se reprueba siempre la profundización de las relaciones bilaterales entre Rusia y los Estados más influyentes de la UE. Prevalece la opinión de que el Kremlin pretende escindir los países de la Unión Europea aprovechando las contradicciones que existen entre ellos con miras a alcanzar sus objetivos que nadie conoce, pero que son a ciencia cierta censurables. Por esta razón precisamente hay que ponerle toda clase de impedimentos en este camino (como en cualquier otro).
Como resultado de ello no se consigue establecer unas relaciones armoniosas con la UE y sus Estados-miembros. Los últimos acontecimientos prueban que la situación sigue siendo desfavorable a pesar de que prácticamente todos los países comunitarios que miraban a Rusia con gran desconfianza que rayaba en unas fobias, han empezado a suavizar la política que aplicaban y han pasado a revisar los conceptos. Se han hecho un poco más cálidas las relaciones ruso-polacas. Gran Bretaña ha empezado el “reinicio”. Suecia se queda a la sombra. Algo ha empezado a cambiar en los países del Báltico.
Pero no ha cambiado nada en el enfoque coordinado por parte de la UE. En particular, la Unión sigue firme en cuanto y al acceso de compañías rusas al mercado interno, incluyendo el energético, de la UE. Siguen en suspenso las conversaciones sobre el nuevo acuerdo base. Está en un impasse la iniciativa rusa de concluir un tratado de seguridad europea. Se sigue dando largas a la creación de un consejo conjunto de política exterior y de política de seguridad. Se resiste a pasar al régimen sin visado al efectuar los viajes recíprocos, etc.
Resulta, pues, que no son las dificultades en las relaciones con algunos países de la UE, problemáticos para ella, lo que viene a ser el elemento más débil en la organización de una colaboración plena en el marco de la Gran Europa y en la creación de espacios comunes, tanto económico y político, como jurídico, social, cultural y humanitario. Obstaculiza este proceso, en primer lugar, todo el complejo de relaciones con la propia Unión. En estas condiciones poco pueden ayudar los adelantos logrados por Rusia con la mayoría de los países comunitarios.
Si la situación es así, hay que cambiarla en todos los aspectos, de la manera más radical y cuanto antes.
Los propios países de la UE deberían sugerir, por lo visto, lo que habría que hacer en concreto y en primer lugar para ello. Desde este punto de vista, las relaciones que existen hoy entre Moscú y Madrid, buenas y ejemplares, no serían autosuficientes. Éstas son importantes no sólo de por sí y no sólo en relación con el posible aporte al desarrollo de las multifacéticas relaciones entre Rusia y la UE, sino también en el sentido de una labor conjunta cuyo objetivo podría ser un equilibrio óptimo de las relaciones de variado nivel en el triángulo Rusia – UE – Estados-miembros de ésta, con la finalidad de habilitar de mancomún una Gran Europa. Estas relaciones podrían desempeñar un papel ponderable en activar a toda la UE a fin de cimentar sobre una base nueva todo el sistema de relaciones a escala de todo el continente.
Examinemos uno a uno los problemas planteados. Hemos agrupado los problemas en cinco apartados no muy extensos a fin de hacer más precisa esta exposición. Cada apartado lleva un subtítulo llamativo que evoca unos fenómenos, acontecimientos, imágenes e ideas bien conocidas en Rusia. Lo hemos hecho premeditadamente, para que las alusiones que hagamos impriman a los razonamientos expuestos un sentido no siempre evidente, oculto, descifrándolos, dándoles más relieve para percibirlos más fácilmente y con mayor integridad.
En nuestra casa se ha instalado un vecino original
Titulamos este apartado con una cita de una canción rítmica y alegre de autores rusos, que hace muchos años irrumpió en nuestra vida cotidiana y fue aprendida entonces por todos. Se hizo hit en un instante. Se la escuchaba por doquier; la interpretaban en todas las pistas de baile. La canturriaban todos, de niños a ancianos. Es una canción que irradia temperamento, es atractiva y fue de moda. Pero la letra de la canción dice que a una casa de vecindad se mudó un individuo que toca la trompeta día y noche, revolviendo la vida de los inquilinos. Todo cambió en la casa con su llegada.
La reciente ampliación de la UE que se produjo como un salto, elevando hasta veintisiete el número de los Estados-miembros, ha revuelto la vida política en el continente. Todo ha cambiado y ha perdido la configuración que tenía antes. Rusia y la Unión Europea tienen ahora una frontera común más larga. Ahora somos vecinos “inmediatos” por así decir, y tanto Rusia como la UE pretenden tener relaciones especiales con los estados que las rodean.
Es natural que Moscú y Bruselas hayan afrontado un amplio espectro de retos derivados de la transformación radical del mapa político de Europa. Al mismo tiempo han aparecido colosales posibilidades. Pero primero había que comprenderlas para tener conciencia hecha de ellas, interpretarlas adecuadamente y aprender a aprovecharlas.
Tanto Rusia como la UE no estaban preparadas en absoluto para esta nueva realidad, pues no sabían a ciencia cierta cómo había que abordarla y cómo debían actuar. La UE sigue hasta hoy sin una política consensuada respecto a Rusia. Moscú, por su parte, no ha definido qué significa Bruselas para él.
Las estrategias oficiales que se aplicaban en aquel entonces ya eran inviables y en las nuevas condiciones siguieron siendo papel mojado. Por eso las descartaron sin lamentar.
Hubo prisas para llenar el vacío con nuevas concepciones, esto son las de partenariado estratégico, de espacios comunes y de hojas de ruta destinadas a crear dichos espacios, así como el Acuerdo de Partenariado y Colaboración 2 entre otros. Pero ninguna concepción fructificó. En aquel mismo tiempo la UE y Rusia procuraron realizar unas políticas cualitativamente distintas respecto a la vecindad común.
Bruselas empezó a desarrollar la política de vecindad, de Partenariado del Este, de Sinergia del Mar Negro y de presencia en el Asia Central. Rusia llevó a cabo la política de plasmar nuevos proyectos regionales de integración y proyectos políticos extrarregionales, mucho más consistentes que los de antes. En cierto sentido, la actividad de los dos actores se proyectó en diferentes direcciones e incluso se equilibraban en algunos aspectos. Como resultado de ello tanto Rusia como la UE han caído en la trampa de una competencia directa, mejor dicho, se hicieron aprisionar por ella.
En suma, un día menos pensado Rusia se despertó descubriendo, más allá de su frontera oeste, un enorme imperio fuerte y seguro de sí mismo, moderno. democrático y progresista que no por ello deja de ser imperio. O sea, un ente político que está dispuesto y tiende a imponer a otros estándares y reglas de juego ventajosas para él. Además, se trataba de un ente incomprensible del todo, postmodernista y supranacional que por ello resultaba peligroso e impredecible. A pesar de que sólo tenía “fuerza blanda”.
Por su parte, la UE también ha descubierto, inesperadamente para sí, que ha terminado por oponerse directamente a Rusia. La UE había absorbido el tapón que la separaba de Rusia y se quedó a solas con ella sin estar preparada para ello. Bruselas trató de hacer la vista gorda evitando de diversas maneras resolver los problemas ya maduros e incluso evitando tocarlos. La Unión ha procurado escudarse con unas críticas e incluso aislarse de Rusia sin que esta actitud le haya disminuido el sentimiento de falta de confort.
Agrava esta situación desfavorable en las relaciones entre Rusia y la UE y, por ende, en el continente en general, el hecho de que los partenaires y vecinos tengan por fuerza una “banquillo de suplentes” de muy poca cabida. Tienen muy poca gente que entiende lo que ocurre “al otro lado de la frontera”. En Rusia solo hay unos cuantos centros docentes donde se enseñan sistemáticamente las bases de funcionamiento de la UE, el derecho, la economía y la política comunitarios. Hay contados europeístas profesionales, es decir, especialistas que se dedican al estudio de la UE y a los estudios europeos en general.
En la UE se han perdido muchos conocimientos acerca de cómo funciona la economía rusa, cómo se hace la política y cómo es la sociedad civil en Rusia. La generación de los sovietólogos ya han abandonado su oficio, sin que hayan venido a sustituirlos especialistas en estudios de Rusia. Ha disminuido el interés por Rusia. Los estudios rusos han degradado.
La falta de personal preparado, su escasez no pueden menos que rebajar la calidad de las soluciones políticas y económicas tomadas tanto en Rusia como en la UE y en sus Estados-miembros, la de las soluciones concernientes a los intereses de cada parte y que influyen en las relaciones entre ellas.
Se imponen por sí mismas las conclusiones que siguen. 1. Rusia y la UE tienen que entenderse mejor. Es una cosa totalmente necesaria. Sería muy difícil esperar que sin semejante entendimiento se optara por un escenario positivo.
2. Rusia y la UE deberían aplicar, una respecto a la otra, una política íntegra, bien pensada y de cara al futuro.
3. Para Rusia y la UE es de suma importancia tener una visión común del futuro de Europa. Sería deseable que dicha visión se formara teniendo en cuenta las concepciones de la Gran Europa y de la Unión de Europa.
4. Tanto Moscú como Bruselas deberían empezar, por fin, a formar sobre una base permanente y estable, personal que se encargaría de aproximarlas una a la otra. La creación del Instituto Docente Europeo adjunto a la MGIMO(U) de Moscú es un paso dado en una dirección correcta. Pero deberían darse otros pasos más.
Pero sería insuficiente formular unas conclusiones hechas. Es preciso que éstas sean acogidas y de hecho tengan demanda real.
Crítica a una crítica crítica
Para ello se necesita una actitud benévola respecto a ellas por parte de la sociedad, así como un clima político correspondiente. Es que hoy sentimos una falta absoluta y acuciante precisamente de estas dos cosas. Impide garantizarlos la crítica destructiva recíproca que ambas partes despliegan en los media, acabando todo respeto y confianza entre ellas. Se trata de una crítica peyorativa y desmedida.
La filosofía clásica (alemana) y la sociología de los siglos precedentes se basaban muchas veces en la negación y derrocamiento de las especulaciones teóricas de los antecesores. La crítica, por definición, tenía un carácter crítico. Para establecer unas opiniones nuevas había que hacer ver los puntos débiles, la inconsistencia e incongruencia de las que se desechaban. En la espira siguiente surgía la necesidad de proceder de la misma manera con la descripción ya establecida del cuadro del mundo. Otra variante era difamar el método usado hasta entonces.
Recurriendo, a decir la verdad, a los mismos procedimientos y herramientas. De ahí que se proceda a la crítica de la crítica crítica.
Así pues, en lo que Rusia y la UE realmente han logrado éxito es la difamación mutua. Se dedican a ello instintivamente, sin pensar y con pasión. Incluso con una especie de obstinación maníaca. Sin darse cuenta, en absoluto, de que están causando un colosal daño mutuo, destruyendo los fundamentos mismos del partenariado y la cooperación, condenando las relaciones entre las dos partes de Europa a un estancamiento sin fin.
En los tiempos de la Unión Soviética, los países occidentales necesitaban una imagen de enemigo que les ayudaba a asegurar su unidad y afianzamiento interno, consolidar la sociedad y fomentar la disposición a seguir realizando el proyecto de integración postmodernista. Desaparecido el enemigo, resultó imposible especular con su imagen, por eso se formuló un nuevo “encargo” social.
Empezaron a pintar a la Rusia contemporánea prodemocrática con los mismos colores que a la URSS, cambiando un poco, de una u otra manera, el hincapié, silenciando al máximo sus adelantos, sus sacrificios y su integración en Europa y en la civilización europea.
La resentan como a un salvaje. Atrasada. En extinción. Sin cultura. Con los pecados heredados del pasado, incluyendo la manía de grandeza imperial y el desdén hacia los países y pueblos menores. Confiando solo en la fuerza brutal. Profesando el nihilismo jurídico. Solo capaz de imitar las disposiciones democráticas. Despreciando a los ciudadanos de a pie y sus derechos. Y eso no es todo. En Rusia pululan bandas. En el país, sumido en la corrupción, nepotismo, favoritismo, concusión, engaño, mentira y fraude, inventa un modo singular de lucro: repartir el dinero público, el de cualquier fondo financiero. Se podría continuar esta larga lista tan impresionante y sucia…
Además, para crear semejante imagen en la opinión pública occidental los periodistas, políticos y comentaristas europeos no tienen nada que inventar. La prensa doméstica y los medios de comunicación electrónicos rusos les brindaban abundante información para reflexionar y sacar conclusiones. Pero esta es otra historia.
Pero en Rusia escriben sobre sus vecinos del continente con igual “benevolencia”, aunque sin llegar a los extremos sucios. A decir verdad, esto se hace con un matiz de envidia y ofensa de que el resto de Europa y América gocen de la vida a su cuenta todos los últimos años y prácticamente la hubieran traicionado cuando atravesaba el periodo de transición, duro y doloroso, y necesitaba muchísimo su ayuda y comprensión de parte de Europa.
Los éxitos de la integración europea, siendo evidentes, son subestimados. Y al contrario, cualquier fallo mínimo, sin hablar de los fracasos y errores, se resalta al máximo, como si los países de la Unión Europea se hubieran convertido en “seudoestados” que solo piensan en sí, preocupados por su bienestar. No les interesan los demás. Si bien sus riquezas acumuladas no son fruto exclusivo de su labor sino también de la absorción del trabajo del resto del mundo incluyendo Rusia. Semejante actitud no es honesta ni justa.
La Unión Europea es un enano político autosuficiente que quiere enseñar a todos. Sus pretensiones de ocupar las principales posiciones políticas en el mundo son infundadas. En la mayoría de los casos se porta como un lacayo de EEUU siguiéndole como pez que se pega a una ballena. No desempeña un papel independiente. Y si para la UE tiene sentido actuar conjuntamente con alguien es con Washington.
La Unión Europea es incapaz de contraer acuerdos. Es inútil acordar los enfoques comunes: jugará una mala pasada. Por regla general, no hay ninguna seguridad de que los siga. Para lograr algunos acuerdos comunes con ella hay que comer mucho guisantes. Quince en el pasado, los veintisiete en la actualidad difícilmente se ponen de acuerdo sobre unas posturas comunes en las negociaciones de las que es prácticamente imposible obtener algo que favorezca la búsqueda de unas decisiones mutuamente ventajosas o aunque sea admisibles. Es más facil no tener nada que ver con ellos.
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